Nada más vulnerable que la esperanza”. 
Griselda Gambaro

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Fin de un ciclo. Y no precisamente uno virtuoso. Un ciclo que empezó en 2015 teñido del daño que provocó el fuego amigo; continuó con la defección -matizada de complacencia- de algunos conspicuos representantes de las fuerzas populares a la hora de oponerse al avance atropellador de las huestes macristas; se proyectó en una deuda espuria, producto de la ambición fugadora y el deseo de controlar nuestra economía del Fondo Monetario Internacional -que se la tiene jurada al kirchnerismo-; se alargó en el regreso de un gobierno progresista que, en aras del posibilismo, se negó a llevar a cabo sus promesas de campaña y concluye hoy con un país que vota en contra de los 140 puntos de inflación, el 40 por ciento de pobreza pero, sobre todo, inmerso en un clima que mezcla el desencanto y la desesperación. Mal coctel, si lo hay.     

Ahora, en Argentina comienza un rosario de semanas durante las cuales el pueblo -seguramente atónito- asistirá a eventos más sorprendentes aún que el holgado triunfo de Javier Milei. Para empezar, los conflictos internos que ya se venían produciendo en las huestes de los vencedores y que, este resultado, lejos de resolver, promete profundizar: léase la articulación entre La Libertad Avanza y el PRO (otra de las cosas que este ballotage vino a confirmar es la implosión de Juntos por el Cambio, por cierto). 

Los guarismos de 56 a 44 son casi la traslación matemática de los votos de Milei (29.9), Patricia Bullrich (23.8) y una parte de Schiaretti (6.7) de la primera vuelta al resultado de este comicio. Y también a la noche del pacto de Acassuso cuando Macri, en el living de su mansión, a la manera de un verdadero consiglieri, juntó los pedazos en los que se habían desperdigado la bronca popular, el odio sectario y el antiperonismo perenne para proyectar la arquitectura de la victoria. 

 Claro, no es gratis: los proyectistas suelen ser de lo más caro de algunas construcciones y Mauricio seguramente ya debe estar preparando sus facturas. ¿Querrá pagar Milei? Suele ocurrir que quienes se sienten contenidos por lo acolchado del poder, difícilmente recuerden a quienes los impulsaron en el camino. Es más, respecto de estos últimos, suelen padecer ataques repentinos de amnesia porque, entre otras cosas, son testigos. 

¿Querrá pagar Milei? Suele ocurrir que quienes se sienten contenidos por lo acolchado del poder, difícilmente recuerden a quienes los impulsaron en el camino. Es más, respecto de estos últimos, suelen padecer ataques repentinos de amnesia porque, entre otras cosas, son testigos. 

Esa es la primera pulseada que se avizora, para la que Macri ha encontrado una aliada estratégica: la vicepresidenta Villaruel, que sabe que a las fuerzas de la derecha más cerril las conducen mujeres en casi todo el mundo. Y quiere jugar de verdad… pero la empañan. La imagen del discurso de la noche del triunfo, esa de Milei y su hermana Karina en el escenario, en absoluta soledad (no pude atisbar si el fantasma de Conan los acompañaba) es la antesala de ese conflicto de poder que se cierne sobre La Libertad Avanza, sus socios y… la Patria.

Profecías

Como una predestinación, como un karma, Sergio Massa (que, como reconoció durante el segundo debate, parece haber aprendido de sus errores) deslizó, hacia el final de su discurso de aceptación de la derrota, una sentencia: “en lo personal, se termina una etapa en mi vida (hizo una pausa y agregó) política”. Un rato más tarde anunció que se tomaba una licencia para “facilitar la transición”. Las dos frases juntas huelen, de lejos, a retiro… aunque los animales políticos no suelen retirarse.

Él se sabe actor relevante de este fin de ciclo, aunque no el único. Y acaso, tampoco el protagonista. Sin embargo, es uno de los que, allá lejos y hace un tiempo, empujó para que se derrumbara: probablemente creyendo que estaba destinado a ocupar el espacio vacío. Mala lectura para quien ha trajinado tanta política: sabido es que, cuando te cargás a alguien, te lleva puesto. 

La progresía gubernamental y sus acólitos (y también sus detractores), se pasaron cuatro años en un Antón Pirulero incesante en el que parecieron olvidar que la política es una cuestión colectiva. Mucho ombliguismo artificioso, mucha rencilla palaciega pero, de territorio, de militancia, de amor por las bases, nada. Y el Pueblo no perdona.  

Tampoco se trata de saturar las tintas en Massa, que ofreció un final cuasi heroico poniéndose una campaña chiva (nada que ver con Rossi) sobre los hombros y dejando hasta la última gota de sangre. La progresía gubernamental y sus acólitos (y también sus detractores), se pasaron cuatro años en un Antón Pirulero incesante en el que parecieron olvidar que la política es una cuestión colectiva. Mucho ombliguismo artificioso, mucha rencilla palaciega pero, de territorio, de militancia, de amor por las bases, nada. Y el Pueblo no perdona.  

Ya, a esta altura, es una perogrullada traer a colación los nombres. Sería como repetir un mantra que han cantado las redes durante, al menos, tres años y medio. Están ahí. Todos sabemos quiénes son. Y también que ha sonado para muchos de ellos el fin de sus fugaces carreras destructivas. Aunque traten de diluirlas en una patina de honestidad como respuesta contra su fracaso. 

Vox Dei

Y hay más. Claro que hay más. Son ésos que circulan en los bordes. Los que se dan lujos especulativos cuando se viene la noche; los que ejercen vindictas personales; los que proyectan viejas cuitas; los que sólo están por el negocio; los que… hay tantos los y las que… no hay espacio físico en la nota para nombrar a todos y todas.

No obstante, existe un inocente: el Pueblo. Un pueblo sordo y ciego que va como un bólido en dirección de su mayor riesgo porque cree que allí reside su única esperanza. Una masa de desesperados que, como en el final de la película “Thelma y Louis”, se toma de la mano y se arroja al precipicio. La idea de que todo se destruya para ver si se puede construir algo más justo (lo que, visto el residual de la pandemia a nivel mundial, es muy improbable). 

Existe un inocente: el Pueblo. Un pueblo sordo y ciego que va como un bólido en dirección de su mayor riesgo porque cree que allí reside su única esperanza. Una masa de desesperados que, como en el final de la película “Thelma y Louis”, se toma de la mano y se arroja al precipicio. 

Mientras las redes festejaban el repudio que recibía Milei en el Teatro Colón (el abucheo de los que gozan de todos los derechos); mientras el candidato del centro derecha progre recibía apoyos de la Sociedad Rural, el “Ñato” Rico y Betty Sarlo; mientras el trostkismo pour la gallerie hacía principismo a la violeta y los propios celebraban la micro-militancia (porque los que tienen la capacidad de armar la macro, se borraron), un pueblo sufriente se preparaba para hacer tronar el escarmiento. 

Anoche, cuando cerraba el día 19 de noviembre de 2023, se inició una nueva etapa en el país y, dentro de eso, otra reconstrucción para el retorno. Porque hay una cosa segura: el peronismo va a volver. Esperemos que lo haga tal y como es, y que no se tienten con “volver mejores”.