Después de asumir su cargo el domingo pasado, Javier Milei desapareció de los medios y no registró actividad oficial. Su única aparición pública fue en la celebración de Januká con la comunidad judía, en un marco festivo que contrastaba con los anuncios que simultáneamente realizaba el ministro de Economía, Luis Caputo, quien parece haber tomado la posta como conductor del nuevo gobierno.

Justamente Caputo y el vocero presidencial, Manuel Adorni, son los dos funcionarios que acaparan la relación con los medios. Algunos se preguntan si Milei le entregó, “llave en mano”, no sólo el área económica sino el gobierno en su conjunto. Y no sólo es Caputo, sino que el retorno del macrismo, ante la inexistencia de un armado político de La Libertad Avanza, ha permitido que la nueva gestión se pueble de funcionarios del macrismo, con su carga de nepotismo tradicional. 

No sólo Milei anuló un decreto de Mauricio Macri para poder designar a su hermana Karina, sino que también la canciller Diana Mondino nombró a su hijo en el área de comunicación de su cartera, y también consiguió empleo en los torpedeados medios públicos Cristina Pérez, la pareja del Ministro de Defensa, Luis Petri.

¿Sinceramiento o desbante?

Siguiendo los consejos de Mauricio Macri, el nuevo gobierno desató una inédita ofensiva durante sus primeras 100 horas para transformar decisivamente la puja distributiva. De un saque les quitó a los jubilados el 50% de sus ingresos del mes anterior, y amenaza con dejarlos sin normativa indexatoria; con su brutal devaluación disparó los precios de la carne y de los alimentos a más del doble de los altos niveles de precios preexistentes, liberó los precios de alquileres, prepagas, educación privada, eliminó la obra pública y anticipa saltos ornamentales para el transporte público y las tarifas de servicios. No conforme con eso, anticipó que reinstalaría el Impuesto a las Ganancias para la cuarta categoría, que el propio Milei convalidó apenas dos meses atrás, e incrementó las tarifas e impuestos allí donde le fue posible. El pretendido “sinceramiento” fue, en realidad, un desbande.

¿Dónde está el Javier Milei que en la campaña aseguraría que se cortaría un brazo antes de convalidar la suba de los impuestos, promovía la dolarización y la eliminación del Banco Central, y adjudicaba a una presunta “campaña del miedo” de UxP las advertencias sobre lo que realmente haría en caso de llegar a la presidencia? Todos esos pronósticos quedaron cortos, a la luz de lo que el nuevo gobierno concretó en sus primeras 100 horas.

¿Dónde está el Javier Milei que en la campaña aseguraría que se cortaría un brazo antes de convalidar la suba de los impuestos, promovía la dolarización y la eliminación del Banco Central, y adjudicaba a una presunta “campaña del miedo” de UxP las advertencias sobre lo que realmente haría en caso de llegar a la presidencia?

Con el simple expediente de asegurar que “es un paquete de emergencia que incluye cosas que no estamos de acuerdo”, el Ministro Caputo se siente habilitado para impulsar el saqueo más drástico de la sociedad argentina en beneficio de unos pocos en tan corto plazo. Sus medidas no sólo beneficiaron al complejo de amigos sojeros del gobierno, sino que también reeditó la estatización de la deuda privada que ya había realizado Domingo F. Cavallo en 1983, en las postrimerías de la dictadura, ahora en beneficio de los empresarios importadores. El curioso liberalismo criollo sostiene en su doctrina que las ganancias son privadas, mientras que las pérdidas se socializan y deben ser absorbidas por toda la sociedad.

Ni qué hablar del impacto de la brutal devaluación del 118% sobre los bolsillos de la enorme mayoría de los argentinos. En el pasado, cuando se implementaban planes de ajuste tan brutales, primero se actualizaban los salarios e ingresos populares, tal como lo hizo, por ejemplo, Adalbert Krieger Vassena durante la dictadura de Onganía. Ahora, en cambio, el saqueo se produjo sin red de contención alguna, sobre una sociedad que experimentaba casi un 60% de pobreza e indigencia. 

Y no es que los funcionarios actuales lo ignoren, ni tengan dudas sobre sus consecuencias sociales, ya que admiten, sin ruborizarse, que “estaremos peor durante algún tiempo”, mientras que sus amigos empresarios y financistas obtienen pingües ganancias de las decisiones de la nueva gestión.

El escenario que se abre con estas medidas es sobrecogedor. ¿Cuánto tiempo resistirá la sociedad los nuevos precios de los alimentos? ¿Aceptará disciplinadamente la clase media su hundimiento final, al ser la víctima principal de la destructiva acción estatal? Jorge Macri reconoció su preocupación y adelantó que diseñará nuevas redes de contención y de acceso a comedores para los muchos caídos de esas clases medias que no están acostumbrados a tener que sostenerse con esas prácticas propias de la miseria. Si eso pasa en la CABA, ¿qué quedará para el resto de la Argentina?

Funcionarios en Narnia y promesa de represión

Mientras tanto, Luis Caputo y Manuel Adorni viven en Narnia y aseguran a tambor batiente que la gente está muy contenta de ser un 118% más pobre. 

La realidad parece desvanecerse paso a paso. Súbitamente las Leliqs dejaron de ser un problema, China dejó de ser comunista, Caputo dejó de ser un estafador serial y Patricia Bullrich ya no tira bombas en los Jardines de infantes.

La realidad parece desvanecerse paso a paso. Súbitamente las Leliqs dejaron de ser un problema, China dejó de ser comunista, Caputo dejó de ser un estafador serial y Patricia Bullrich ya no tira bombas en los Jardines de infantes.

¿Cuánto tardarán en producirse las primeras reacciones? ¿Conseguirá el gobierno diseñar alguna red de contención efectiva para evitarlas? Lo que es más grave es que, desde mucho antes de asumir Milei, Mauricio Macri anticipó que la represión sistemática y desmañada sería la clave para la imposición de las nuevas políticas de concentración de la riqueza y exclusión social. Pero, al no tratarse de una oposición callejera organizada, sino de una primitiva reacción natural por la supervivencia, la coacción oficial, más allá de su violencia y de sus costos sociales, no conseguirá modificar la ecuación que supone el hambre y la necesidad de acceder a alimentos para sobrevivir. 

Si el gobierno no recalcula, el escenario apocalíptico que preveíamos hace mucho tiempo se desplegará sobre la Argentina, mientras que el presidente sigue ausente y sólo se limita a disfrutar de los honores y festejos que le acredita su nuevo cargo.