En pleno proceso electoral comenzaron a circular encuestas callejeras, difundidas en redes sociales, midiendo tendencias, percepciones, humores. En las últimas semanas, la pregunta, simple, se centró en ¿Massa o Milei? Las respuestas avizoraban algo parecido a lo que finalmente sucedió.

Más de un año y medio atrás, otra de las consultas callejeras era quién había tomado la deuda con el FMI. La respuesta, en su enorme mayoría, indicaba al gobierno de Alberto Fernández. La señal de desconexión entre el gobierno y la sociedad levantaba banderas rojas de manera permanente.

La calle habla, dice, arroja mensajes. Se la escucha o no. Se responde o no. Lo que seguro sucede es que siempre habrá alguien dispuesto a escuchar, a traducir ese silencio en respuesta, y le dará forma, contenido, tono y furia, condimento indispensable en momentos aciagos.

La calle habla, dice, arroja mensajes. Se la escucha o no. Se responde o no. Lo que seguro sucede es que siempre habrá alguien dispuesto a escuchar, a traducir ese silencio en respuesta, y le dará forma, contenido, tono y furia, condimento indispensable en momentos aciagos.

La promesa de un futuro mejor sin decir cómo, aceptando la condición esencial que primero hay que saber sufrir, dispone de una potencia superior a cualquiera que pretenda confrontarla con la razón. No hay tiempo, ni ganas; no se quieren escuchar más promesas. Dame acción, dame fuego, dame cenizas, que lo demás no importa nada.

El reloj empieza a correr

Seguramente habrá fugaces momentos de algarabía cuando muchedumbres con antorchas se dirijan a incendiar al Banco Central, aunque al día siguiente los bolsillos sigan vacíos.

Lo que no podrá eludir la nueva coalición para sostener su gobernabilidad en el mediano plazo será dar respuestas concretas a las necesidades materiales de su base electoral. Porque todo empieza y termina ahí. Y, otra vez, lo demás no importará nada.

El reloj empieza a correr. No hay más que una breve hendija de paciencia y bronca para esperar mejoras concretas. Los cambios de tercera generación que promete Milei para ser Alemania, en la Argentina vencen en 2 años, no en 35.

El reloj empieza a correr. No hay más que una breve hendija de paciencia y bronca para esperar mejoras concretas. Los cambios de tercera generación que promete Milei para ser Alemania, en la Argentina vencen en 2 años, no en 35.

Y cerrando con esto que resuena desde hace semanas: claro que es imperioso indagar cómo y porqué se llegó a Milei. La respuesta será dura, porque sin duda será más compleja que el reduccionista y agotador recurso, también vacío, de señalar a “progres” por doquier, que destruyeron la doctrina peronista y aburguesaron al campo nacional y popular. Va ser difícil salvar el pellejo de la que toque cuando en serio haya voluntad de, entre todos, ver cómo se llegó hasta acá, y qué carajo hacer a partir de ahora.

Tal vez el primer paso sea comenzar a pensar desde lo más elemental, y es que, sin mejoras económicas y materiales centrales para mejorar la calidad de vida de las grandes mayorías, no hay gobierno popular posible que sobreviva.