La sociedad argentina acaba de firmar un contrato electoral sin antecedentes en nuestra historia política. Tampoco en la región y probablemente en el mundo. 

Es un error creer que el 55% que lo votó abraza, como declama Milei, las ideas liberales-libertarias. Lo marcan las encuestas de opinión. Una gran mayoría rechaza ese tipo de ideas. 

Es también un error creer que el 55% que puso la boleta violeta es negacionista de la dictadura o que espera el regreso de los Falcon verdes o de sus métodos. 

Tampoco debe tener tanta aceptación el plan de desfinanciar la educación o la salud, o de romper relaciones diplomáticas con China, Brasil o el Vaticano. 

Da la sensación de que la ciudadanía ha elegido a un presidente bajo la condición de que no cumpla lo que prometió hacer. Es decir, para una gran mayoría, cumplir en este caso sería cumplir. 

Ni hablar de venta de bebés, mercado de órganos, privatización de calles, libre portación de armas, y un estremecedor etcétera.

La gente, presuponemos en su gran mayoría, no votó eso. 

Da más bien la sensación de que la ciudadanía ha elegido a un presidente bajo la condición de que no cumpla lo que prometió hacer. Lo eligieron por otras razones. Y para una gran mayoría, cumplir en este caso sería cumplir. 

Garantía de incumplimiento

¿Y qué garantía tendría un votante para quedarse tranquilo y saber que Milei no cumplirá con todas esas extravagantes promesas? La garantía la dará el dirigente de ese partido que en 2019, tras una gestión con números desastrosos, fue desalojado en primera vuelta y que en estos comicios quedó tercero en las generales, consecuencia de sangrientas disputas internas. 

"Macri no lo va dejar", responde ese amplio segmento de votantes que contrataron el acuerdo Macri-Milei y pagaron en efectivo y por adelantado, trasladando casi con precisión matemática ese 24% de votos de Bullrich a la urna del libertario.

Repasemos entonces lo que estaría planteando una parte importante de la población que lo votó y lo hizo presidente: “Te voto con la condición de que no hagas lo que prometiste, y la garantía de que no podrás hacerlo será un frente político al que le habíamos quitado el voto en la elección anterior”.

¿Está necesariamente mal eso que estamos describiendo? De ninguna manera estamos abriendo un juicio de valor. La dinámica de la política tiene este tipo de entrelazamientos para nutrir el voto y elegir a un presidente. Son las reglas y es el juego democrático. 

Te voto con la condición de que no hagas lo que prometiste, y la garantía de que no podrás hacerlo será un frente político al que le quitamos el voto en la elección anterior”.

Lo que hacemos es simplemente plantear una hipótesis para intentar interpretar cómo piensa ese diferencial que se sumó su voto para que Milei fuera el ganador. 

Ahora bien, si tal fuera realmente el escenario: ¿Qué se puede esperar? ¿Cumplirá Milei esa orden tácita de no cumplir lo que prometió? ¿Conformará al electorado que le permitió llegar a la Rosada, o preferirá hacerse fuerte sobre su núcleo ideológico duro y respetar la plataforma electoral con la que arrancó? ¿Tendrá espalda para hacerlo si así lo quisiera? ¿El contrapeso que representaría ese 24% de caudal de votos del macrismo, será suficiente? ¿Y ese pretendido contrapeso, querrá efectivamente actuar de contrapeso o preferirá darle apoyo a ideas que su base electoral no parece respaldar?

Es complicado. Porque todas esas preguntas y muchas otras más que podrían surgir, representan cada una de ellas una especie de "Elige tu propia aventura". Conducen a caminos distintos. Abre escenarios que jamás hemos enfrentado. 

Por eso no será fácil, al menos en esta transición hasta el 10 de diciembre, intentar describir el escenario que se avecina. Sencillamente porque no hay antecedentes de un acto electoral democrático como el de este domingo, en el cual una gran parte de la población eligió a un dirigente con la condición de que no cumpla lo prometido