Ante un nuevo aniversario de su asesinato, acontecido el 25 de septiembre de 1973, el ejemplo del líder de la CGT y brazo derecho de Perón, quizás nos dé un poco de luz en estos días de desafíos electorales y tensiones internas en el oficialismo.

Nacido el 15 de marzo de 1924, en Alcorta, Santa Fe, en aquella localidad que en 1912 protagonizó “El grito de Alcorta”, rebelión rural de pequeños y medianos arrendatarios durante el gobierno de Roque Sáenz Peña, que planteó la visibilización de los intereses de los chacareros y su necesidad de organización a través de la Federación Agraria Argentina.

De joven realizó trabajos rurales, hasta que decidió probar suerte en la gran ciudad.

Su arribo a Buenos Aires coincidió con el desarrollo del primer peronismo. Luego de varios trabajos, su llegada a la Hispano Argentina, fábrica de automotores, lo marcó en su identidad: obrero metalúrgico.

 Aunque sin licencia gremial y miembro de la Comisión Interna, su prestigio como defensor de sus compañeros lo hizo escalar posiciones en el sindicato.

Inició su vida peronista como uno más en la jornada del 17 de octubre de 1945, y su militancia gremial, tras su ingreso a la empresa de artículos electromecánicos Ubertini, en la novel Unión Obrera Metalúrgica (UOM), relacionándose con Hilario Salvo y Adelino Romero, por 1947.

Delegado gremial hasta 1953, integraría las comisiones paritarias y se relacionaría con el mundo laboral de su época. Ingresando a trabajar a la Compañía Argentina de Talleres Industriales y Anexos (CATITA), fue elegido delegado. Aunque sin licencia gremial y miembro de la Comisión Interna, su prestigio como defensor de sus compañeros lo hizo escalar posiciones en el sindicato.

Resistencia peronista

El golpe contra Perón lo hizo militar con más fuerza en defensa de su sector, e integrarse a la resistencia peronista sin dobleces. Su participación en el plenario nacional de la UOM para rechazar los planes de ajuste de la dictadura de Aramburu, la posterior huelga, su participación junto a Augusto Vandor y su destacado rol como delegado por su sindicato en el Congreso Normalizador de la CGT del 26 de agosto de 1957 lo marcaron en su lucha gremial.

Militante peronista y trabajador metalúrgico, se brindó entero por una misión y abrazo la causa nacional hasta la muerte. José Ignacio Rucci, a él me refiero, fue un ejemplo cabal de militancia obrera, compromiso social y lealtad a la Patria, al Movimiento y al General Perón, al punto que su impronta en el surgimiento de las 62 Organizaciones y su tarea que desembocaría en su nominación como Secretario General de la CGT, 3 de julio de 1970, son prueba cabal de ello.

En 1971, según Luis Fernando Beraza en “José Ignacio Rucci” (2007), luego de la entrevista en Madrid con Perón, éste –en una cinta grabada– expresó su apoyo al metalúrgico como Secretario General de la CGT: “Hay un Secretario General, insospechadamente peronista, que posee la capacidad e inspiración necesaria para conducir. Cooperar con él es el deber de todos los que componen la Directiva que, como cuerpo colegiado, tiene el derecho de discutir en su seno cualquier cuestión. Pero resuelta esta cuestión por el voto de la mayorá, cada uno tiene la obligación de apoyar como si tal resolución obedeciese a su propia idea y propósito”.

Rucci es lealtad

Definir a Rucci con una palabra

Porque si hay una palabra que lo define y fue su nota distintiva, es el concepto de Lealtad.

Lealtad como responsable hombre de familia y forjador de su destino, a fuerza de trabajo y sacrificio.

Lealtad en toda su actividad gremial en la UOM, con su estilo directo y frontal para defender los legítimos derechos de los trabajadores en una época marcada por la resistencia peronista y su lucha ante los militares y civiles que usurparon el poder desde 1955.

Lealtad como hombre del Movimiento Sindical que con su acción aborta divisiones y desviaciones e impone una férrea unidad ideológica en torno al Peronismo.

Lealtad al encolumnar a la CGT como integrante del Pacto Social junto a la CGE y al Estado para sostener la gobernabilidad en Argentina.

Lealtad a quien reconocía como su jefe, el general Juan Perón, para lo cual encuadra a la CGT en su proyecto de recuperación y liberación nacional y donde el compañero se comportaba como el más fiel “soldado de Perón”.

“No nos preocupan los ataques, porque, así como es importante vencer al enemigo, también es importante conocer al enemigo, y felizmente la CGT conoce a sus enemigos”. Rucci los enfrentó y eso siempre se paga caro… se paga con la difamación, las calumnias y el abandono. Él lo pagó con su vida.

Lealtad a una causa, que es la causa del Pueblo, que es la causa nacional, donde la Patria sería la unidad de destino para todos dentro de una Comunidad Organizada.

Y esa lealtad lo llevó a enfrentarse a quienes buscaban la destrucción del Proyecto Nacional encarnado por Perón y la CGT, aquéllos que deseaban ver postrada a la Argentina en la anarquía.

Como dijo el líder sindical: “No nos preocupan los ataques, porque, así como es importante vencer al enemigo, también es importante conocer al enemigo, y felizmente la CGT conoce a sus enemigos”.

Rucci los enfrentó y eso siempre se paga caro… se paga con la difamación, las calumnias y el abandono. Él lo pagó con su vida a sólo dos días del triunfo arrollador de Perón en las elecciones del 23 de septiembre de 1973, quien era elegido presidente por tercera vez. Triunfo debido a la lucha de la Resistencia y al apoyo decidido de la CGT y de su secretario general, quien no sólo sostuvo el paraguas de Perón en su primer retorno, sino que fue es sostén ideológico y moral de todo el accionar de Perón en Argentina, al punto de ser considerado por él como el relevo de conducción natural luego de la desaparición del Líder.

Rucci es lealtad

Juan Manuel Abal Medina, en su obra “Conocer a Perón” (2022), contó de primera mano la impresión que le causó al propio Perón: “La mañana del martes 25 (de septiembre), me levanté temprano… cuando me llamó Julio Mera Figueroa desde el Congreso y me dio la terrible noticia: Rucci había sido emboscado y estaba, según me dijo, muy mal herido. Encendimos la televisión y ya estaban dando la noticia. Minutos más tarde, confirmaron que estaba muerto… Me comuniqué nuevamente con Gaspar Campos, y un López Rega muy amable me dijo que el General me esperaba. Fui de inmediato y me abrió López Rega, que me abrazó y me hizo pasar. Luego me abrazó la señora Isabel y, de inmediato, Perón. Tenía los ojos nublados. Nos dejaron solos, y lo primero que dijo fue: “Me mataron a mí… Peor: mataron a mi hijo”. Y con un repentino endurecimiento de sus facciones agregó: “Son unos criminales, unos criminales…”. “Sí, mi general. Eso son”, le respondí. Y él me preguntó: “Usted piensa lo mismo que yo”. Le contesté que no quería ni pensarlo, pero no podía sacarme la idea de la cabeza.

Hubo un largo silencio. Se recompuso y me dijo que había información confusa, pero que del gobierno de la provincia de Buenos Aires llegaban señales de que había sido Montoneros “nuevos”. Y agregó: “Supongo que se refieren a los que se les sumaron, los de Quieto…”.

Reivindicar el ejemplo

Por eso no fue casual su asesinato, que aún hoy, a cincuenta años existan voces que sostengan en reuniones partidarias o por las redes que reivindicar a Rucci es reaccionario y retrógrado. Quizás sean las mismas voces que alentaron su ejecución y que se alegraron con su martirio, quebrando la obra de Perón en Argentina, donde la derecha y la izquierda ejecutaron su plan de destrucción que aún hoy padecemos.

Rucci es lealtad

Frente a sus detractores que buscan enlodar su memoria, los trabajadores y las trabajadoras debemos reivindicarlo como ejemplo de lealtad y antorcha doctrinaria, que ilumina nuestro camino en la senda que Perón y Evita nos marcaron a fuego en nuestros corazones.

Frente a sus detractores que buscan enlodar su memoria, los trabajadores y las trabajadoras debemos reivindicarlo como ejemplo de lealtad y antorcha doctrinaria, que ilumina nuestro camino en la senda que Perón y Evita nos marcaron a fuego en nuestros corazones.

Hay que aprender las lecciones de la historia. El primer paso es recuperar en nuestra memoria a nuestros héroes y mártires, ya que de allí se cimentan los valores del peronismo, para así poder desarrollar acciones concretas que nos diferencien de libertarios y progresistas.

José Ignacio Rucci fue, es y será un ejemplo de conducta, de militancia, y de lealtad. Ejemplo de quien ofrendó su vida en defensa de los trabajadores y de su Movimiento por algo superior.