“De todo laberinto se sale por arriba”
Leopoldo Marechal

No es fascismo. Es más, ni siquiera es ideológico. Milei está muy cerca de ser apenas una casualidad. Una trampa del azar. La condena de un crimen aún no esclarecido. Tanto que ni él mismo se lo cree. La torpeza y la fragilidad en el armado de su gabinete (a la que asistimos atónitos por estos días) son contundente prueba de ello: salió a comprar lo que estaba en mesa de saldos y retazos… lo fuera de moda, lo mal confeccionado, lo que queda de otras épocas y que, claro, presenta un estado bastante calamitoso. 

Milei salió a comprar lo que estaba en mesa de saldos y retazos… lo fuera de moda, lo mal confeccionado, lo que queda de otras épocas y que, claro, presenta un estado bastante calamitoso. 

Nosotros perdimos. No por malos: por peores. Porque a la hora de la distribución de la riqueza le dimos la guita y el poder al enemigo y reservamos el hambre y la desesperación para ese sujeto social que debería ser el único horizonte de nuestros desvelos. Algunos se justifican. Otros se sacan el lazo con la pata. Y hay hasta quienes hacen un particular mea culpa tratando de establecer la ecuación cuota de poder / nivel de fracaso. Asesores íntimos que, a la hora de la contrición, la van de empleados. Dan algo de vergüencita ajena.

¡Perdimos! ¿entendés? Y le abrimos la puerta a este personaje que es El Llanero Solitario sin derechos humanos (eso sí: nos mostró el antifaz a todos). Tanta es la soledad que corteja a Milei, tanta la improvisación, que apenas si llegó acompañado por una apologista del terrorismo de Estado, una repostera con aspiraciones a médium y el fantasma de su mastín Conan. El resto fueron (son y serán) arribistas. Convidados a un festín del que los pueden echar sin hesitar: ¿Cuántos apóstoles han caído ya, antes de la última cena? Imaginate cuando llegue la hora de la crucifixión… 

Tanta es la soledad que corteja a Milei, tanta la improvisación, que apenas si llegó acompañado por una apologista del terrorismo de Estado, una repostera con aspiraciones a médium y el fantasma de su mastín Conan.

Esa es, también, una fortaleza de este candidato sin terminales. A diferencia de los dinosaurios que canta Charly García, este lleva poco equipaje en la mano. Tan pero tan poco que, a horas de recibir la banda presidencial de parte del actual presidente (no se sabe dónde porque, en su afán de ser distinto, quiere forzar la letra constitucional hasta romperla), tiene la estructura con más ravioles vacíos que fonda de terminal de colectivos. 

Y, hablando de colectivos, en su proverbial voluntarismo, Milei y su entorno siguen propalando un paquete de medidas que, si tuviésemos una oposición como la gente  en el Congreso, estarían… complicadas (sólo para definirlas con mirada positiva).

Sin embargo, con los antecedentes que acarreamos de esa caterva de compañeras y compañeros siempre dispuestos a correr en auxilio de los vencedores, podría avizorarse que, en alguna tenida de sanguchitos y mates fríos, pueda salir la mentada Ley Omnibus de más de 7000 páginas que han prometido para iniciar su reforma del Estado. Buena jugada, considerando que son pocos los legisladores que podrían abordar semejante mamotreto. Mala jugada si la descuartizan porque, en las Cámaras, hay sommeliers de todos los temas. 

Para hacer esa magia, Milei ha roto con un aliado indispensable: el inventor del sistema “látigo y billetera”; el que no tenía el número de legisladores pero tenía las carpetas de muchos; el que metió jueces a la Corte Suprema por la banderola del baño de visitantes: señoras y señores, con ustedes… ¡Don Gato!. 

Con los antecedentes que acarreamos de esa caterva de compañeras y compañeros siempre dispuestos a correr en auxilio de los vencedores, podría avizorarse que, en alguna tenida de sanguchitos y mates fríos, pueda salir la mentada Ley Omnibus 

El León y el Miau parecen no haber podido conciliar su relación felina. Acaso las expectativas de Macri hayan sido demasiado altas y la comunicación de las mismas, antes de la puntada final, demasiado apresurada. Pero hay otras cuestiones que rondan las oscuridades de aquel pacto de Acassuso: nunca quedaron claros los términos -y mucho menos la letra chica-; el entorno libertario experimentó cierta zozobra; los alcahuetes de turno (que andaban a los codazos por un carguito) se sintieron desfallecer pero el calorcito y el gustito del poder recién horneado hizo su trabajo en Milei y, además, al parecer, Conan, en el inframundo, supo del destino de Balcarce y aconsejó a Javier tomar distancia. 

También está aquello de la alianza entre gallos y medianoche de Macri con la vicepresidenta Victoria Villarruel. El jefe de los libertarios teme que esa yunta le arme alguna jugada para dejarlo fuera del partido. Tiene presente la denuncia por incapacidad que le hizo Mauricio a Franco para quedarse con el manejo de las empresas. Y si se lo hizo a su padre… ¡imaginate!

Por ahora, la ruptura parece sólida. “Si me necesitás, estoy… pero creo que te estás equivocando”, le dijo el creador del PRO al libertario en una cena reciente. Y puede que así sea. Puede que Milei (en sus capacidades políticas diferentes), tratando de protegerse, se esté entregando. 

Javi (como le dicen sus “inventores” televisivos para ponerlo más cerca de “la gente”), anda en su caleidoscopio agrupando y desarmando las figuras, mezclando colores y sombras, jugando con la vida de un país, de una nación, como un adolescente destructivo.

Pero también es posible que la tentación de convertirse en un demagogo popular ronde su cabecita y acaso se sueñe una suerte de moderno Nerón, ejerciendo el encanto de esa suerte de locura violenta que tanto fascina a los desesperados, su absoluta ausencia de cualquier pretensión intelectual, el componente psicopático siempre seductor, la capacidad de ser convincente tanto en la verdad como en la mentira y… la Caja… y la lapicera. 

Por eso Javi (como le dicen sus “inventores” televisivos para ponerlo más cerca de “la gente”), anda en su caleidoscopio agrupando y desarmando las figuras, mezclando colores y sombras, jugando con la vida de un país, de una nación, como un adolescente destructivo. Porque en la Argentina de Milei, como diría Marechal en el Adán BuenosAyres, “llueven pedacitos de muerte por todos lados”.