En 1975, la editorial Rompan Fila publicó un cuento del pedagogo y escritor italiano Mario Lodi titulado La ultrabomba. El relato, destinado al público infantil, fue prohibido en Argentina, un año después, en aquel plan sistemático de represión efectuado en los ámbitos educativos y culturales llamado “Operación Claridad” y dice así:

“En su fábrica, patrón Palanca hacía bebidas con los residuos del petróleo. Pero nadie compraba esas bebidas porque eran negras y hacían venir dolor de barriga.

Entonces inventó una linda publicidad para convencer a la gente. Todos la bebían… Y él se hizo rico, muy rico, casi como el rey.

Los ricos son siempre amigos de los reyes, y también patrón Palanca se hizo amigo.

Una noche fue a cenar a su castillo y le dijo: ¡Hagamos una gran guerra! Yo te construiré la ultrabomba y vos me darás cien ultramillones. Yo seré el más rico del mundo y vos el rey de toda la tierra.

Bien, dijo el rey. Pero ¿cómo haremos para convencer a la gente que haga la guerra por nosotros?

Me encargo yo, dijo patrón Palanca. Se hizo jefe de la televisión e hizo un noticiero lindo como la publicidad y todas las noches decía: Es lindo combatir y morir por mí y por el rey.

Y la gente creía en sus palabras mentirosas como bebía sus bebidas negras.

Mientras tanto, patrón Palanca en su ultrafábrica nueva construía la ultrabomba, los aviones, los tanques, los fusiles, y todo lo que se necesitaba para hacer la gran guerra. Y le vendió todo al rey por cien ultramillones.

El día de la guerra la gente, en la plaza, miraba en la pantalla de TV al rey y al general Palanca. El general decía: La guerra ha comenzado. Dentro de poco verán al avión que desengancha la ultrabomba sobre el enemigo que no sabe nada. Nosotros somos los más fuertes y venceremos. Viva yo y viva el rey.

El día de la guerra la gente, en la plaza, miraba en la pantalla de TV al rey y al general Palanca. El general decía: La guerra ha comenzado. Dentro de poco verán al avión que desengancha la ultrabomba sobre el enemigo que no sabe nada. Nosotros somos los más fuertes y venceremos. Viva yo y viva el rey.

El avión había llegado sobre la ciudad más grande del mundo. El general ordenó: ¡Tirá la ultrabomba!

El piloto miró hacia abajo y vio a los chicos que jugaban. Y pensó: ¡Si desengancho los mato!

Y volaba, volaba sobre la ciudad que brillaba al sol. Y no obedecía.

¡Tirá la ultrabomba sobre el enemigo!, gritó el rey enojado.

El piloto volaba y decía: Sólo veo chicos y gente que trabaja… el enemigo no lo veo… el enemigo no está”.

El rey y el general gritaron: ¡Son ellos el enemigo! Desenganchá y destruílos.

Pero el pueblo y los soldados gritaron todos juntos: ¡NO!

Gritaron tan fuerte que el piloto los escuchó. Entonces regresó, voló sobre el castillo y le dijo al rey: ¡La bomba te la tiro a vos!

El rey y el general escaparon, y desde ese día comenzó otra historia. En toda la tierra, una historia sin guerra.”

Nuestros patrones Palanca y su ultrabomba

Por estos lares, no tendremos ultrabombas pero tenemos Protocolo para el Mantenimiento del Orden Público. La flamante ministra de Seguridad, Patricia Bullrich lo presentó asegurando que “las calles no se cortan”. El plan de la ministra contempla la intervención de las cuatro fuerzas federales para evitar “cortes, piquetes o bloqueos que sean parciales o totales”, y explicó que el protocolo contempla gestiones para identificar a los autores de los cortes, pero también a los “cómplices e instigadores”.

A los pocos días se sumó Sandra Pettovello, la ministra de Capital Humano, con un mensaje grabado en el que afirmó que “… los únicos que no van a cobrar el plan son los que vayan a la marcha y corten la calle. Ya lo dijo el presidente: el que corta no cobra”.

Igual que en el cuento, los noticieros “lindos” salieron con toda su artillería a contarnos y convencernos sobre las bellezas de estas medidas aunque, vale decir, gran parte de la sociedad no necesita de sus servicios para salir a aplaudir las amenazas de ambas ministras, amparándose en su derecho a la libre circulación y en el hartazgo que les causa el sentirse rehenes de las manifestaciones interminables.

El gobierno puede intentar amordazar a un sector pero no puede amordazar a todos y en este contexto de violencia económica, la clase media y trabajadora se encamina a engrosar el sector a ser amordazado y ahí la cosa se complica cada vez más: ya se vio cómo después de la cadena nacional del presidente, en la que explicó el ultraDNU, salieron con las cacerolas y el ultraprotocolo brilló por su ausencia. 

Y entonces, el 20 de diciembre, el protocolo debutó. Debo decir que con bastante éxito. De hecho, a la patrona Patricia Palanca se la vio exultante en la conferencia de prensa que brindó luego de la marcha: "Hoy hubo libre circulación en todo el país. Esto es algo que no veíamos hace muchos años… Hoy no se cortó la 9 de Julio, hoy no se cortó el Puente Pueyrredón, el Metrobus, accesos ni rutas, la gente pudo ir y volver con total y absoluta tranquilidad",

Pareciera que a ninguno de los patrones Palanca del gabinete se le ocurre pensar que, quizás, si se abocaran a la resolución de los conflictos sociales, no se llegaría al piquete. Atender las causas del descontento y de las protestas en las calles en lugar de reprimirlas podría ser más productivo pero nadie se inclina a sentarse a dialogar y a buscar soluciones para todas las partes.

Tampoco está muy claro cómo van a accionar las fuerzas de seguridad al momento de mandarlos a levantar un piquete con una cantidad de manifestantes mucho mayor que el del debut. 

Personalmente, se me ocurren muchas preguntas: 

¿Cómo van a hacer para reconocer a los manifestantes? ¿Se van a acercar amablemente a pedirles, uno a uno, su DNI? ¿Se los va a grabar y luego utilizarán el sistema de reconocimiento facial que ya ha sido declarado anticonstitucional en la Ciudad de Buenos Aires? ¿Van a separar a los menores de sus padres en caso de encontrarlos en alguna marcha? ¿Por qué alguien que cobra un plan inmediatamente es equiparado con alguien que “es arriado”? ¿Acaso no tiene derecho a protestar alguien que recibe un beneficio del estado? ¿Qué le van a sacar a alguien que reclame en la vía pública y no cobre un plan? ¿Con qué los van a extorsionar? Si el que reclama es un grupo de trabajadores sindicalizados, ¿les descontarán un porcentaje de su sueldo? Si son jubilados ¿les quitarán algún beneficio de PAMI? Si son estudiantes, ¿no le aprobarán una cierta cantidad de parciales al año? Y si no logran persuadirlos de liberar la calle: ¿van a reprimir?

El gobierno puede intentar amordazar a un sector pero no puede amordazar a todos y en este contexto de violencia económica, la clase media y trabajadora se encamina a engrosar el sector a ser amordazado y ahí la cosa se complica cada vez más: ya se vio cómo después de la cadena nacional del presidente, en la que explicó el ultraDNU, salieron con las cacerolas y el ultraprotocolo brilló por su ausencia. 

Es muy infantil pensar que con un índice de pobreza de más del 40% y una inflación acumulada del 148% van a solucionar el conflicto social con un reglamento: la experiencia nos dice que la teoría casi nunca funciona en estos casos. Lo único que logra, parece, es que los negros, los pobres, los planeros no se vean.

Es muy infantil pensar que con un índice de pobreza de más del 40% y una inflación acumulada del 148% van a solucionar el conflicto social con un reglamento: la experiencia nos dice que la teoría casi nunca funciona en estos casos. Lo único que logra, parece, es que los negros, los pobres, los planeros no se vean. ¿Será que el procedimiento antipiquete, además de garantizar el libre tránsito, calma las conciencias de aquellos que, si no ven, creen que no existe?

Y para cerrar, ¿qué tienen planeado hacer si los manifestantes se niegan a subir a las veredas y cortan una calle o un puente? Porque lo menos creíble de esta historia es que aquellos encargados de lanzar la ultrabomba, al observar a los manifestantes, vean en ellos personas con necesidades, con hambre y desesperación y se nieguen a atacar. Eso, ya lo sabemos, sólo sucede en los cuentitos.