El día de la Tradición, a diferencia de otras fechas patrias, es en homenaje a José Hernández, autor del Martín Fierro, poema clave de nuestras letras y de nuestra identidad nacional, al igual que destacado periodista y guerrero en nuestras luchas internas. Y lo hace con nacimiento del prócer, y no con la muerte como el resto.

Efectivamente, Hernández nació el 10 de noviembre de 1834 en el caserío de Pedriel, actual partido bonaerense de San Martín, de madre unitaria, Isabel Pueyrredón –prima hermana del Juan Martín de Pueyrredón-; y padre federal, Rafael Hernández, al igual que sus hermanos Eugenio y Juan José, este último muerto en la batalla de Caseros defendiendo la causa del Restaurador. Pero la filiación unitaria de la rama materna pesó para que, en el sangriento 1840, la Mazorca fuera en búsqueda de la familia, logrando huir a Barracas.

La creación de una personalidad

Sus estudios lo absorberán, al tiempo que la muerte de su madre en 1843, más una incipiente enfermedad en el pecho persuadieron al padre a llevarlo consigo al campo, donde trabajaba como mayordomo en establecimientos del Restaurador, y realiza continuos arreos de ganado que signarán su personalidad.

Luego de Caseros, el joven de 19 años, según Fermín Chávez en “José Hernández: Periodista, Político y Poeta” (1959): “encontrándose al sur de Chascomús, a comienzos de 1853 lo sorprende el alzamiento de los coroneles Pedro Rosas y Belgrano –hijo adoptivo de don Juan Manuel– y Faustino Velasco, contra las fuerzas del coronel Hilario Lagos, que se había levantado a su vez contra el gobierno de Valentín Alsina. 

La peonada de las estancias del sur bonaerense y gran número de lanceros indios acompañan a Rosas y Belgrano en esa expedición, de la que forma parte el hijo de Rafael Hernández, que no tiene años todavía. Y el 22 de enero de 1853 tiene lugar, en el Rincón de San Gregorio –al norte del río Salado y a unas diez leguas de Chascomús-, una batalla entre los expedicionarios del sur y las fuerzas que manda el coronel Gregorio Paz, lugarteniente de Lagos. Este último logra un categórico triunfo sobre los primeros, quienes pierden a sus dos comandantes principales, pues Rosas y Belgrano fue hecho prisionero y Velazco ultimado durante la retirada”.

Seguiría otro episodio bélico, el 8 de noviembre de 1854, contra las fuerzas de Lagos en el Tala, esta vez con la victoria a su favor. Aquí Hernández sirvió como teniente a las órdenes de Sotelo. 

Pero, tras elecciones fraudulentas, en la convulsión del Estado de Buenos Aires se produce una invasión, a inicios de 1856, por parte de José María Flores y Jerónimo Costa, con resultados desastrosos para estos federales, en las derrotas de Laguna de Cardos y Villamayor –en la actual La Matanza-, donde, haciendo honor al nombre del partido, pasan por las armas a los vencidos por orden del gobernador Pastor Obligado, hecho que condenará Hernández en su época y que, siendo senador provincial en 1891, aún condenaba.

Sus estudios lo absorberán, al tiempo que la muerte de su madre en 1843, más una incipiente enfermedad en el pecho persuadieron al padre a llevarlo consigo al campo, donde trabajaba como mayordomo en establecimientos del Restaurador, y realiza continuos arreos de ganado que signarán su personalidad.

Si bien hay una la inicial fidelidad de Hernández por el nuevo Estado separado de la Confederación Argentina, con el tiempo se acercaría a las posiciones de Justo José de Urquiza. Sin embargo, la partida de Hernández de la milicia bonaerense se debió a un duelo con otro oficial, donde se afirmó su adhesión al partido Federal Reformista, los “chupandinos”, contra los “pandilleros” de Mitre. Justamente los reformistas tenían un diario “La Reforma Pacífica”, del jefe opositor José Antonio Calvo, que adhería al “Tata” y atacaban la política Mitrista, siendo en este medio donde empezó a ser sus armas periodísticas.

En el medio de las violentas elecciones bonaerenses de 1857 resultó ganador el “pandillero” Alsina, persiguiendo a los colaboradores de “La Prensa”, de Juan F. Monguillot, y de  “La Reforma Pacífica”. Hernández no lo dudó y se cruzó a Paraná como su hermano Rafael, y otros escritores para apoyaran a Urquiza. Apoyo en la pluma de diarios entrerrianos, en la escena cultural del Litoral, en la gestión pública y con las armas, al integrase en el ejército de la Confederación, participando de Cepeda, con el grado de capitán, y en Pavón.

Mención aparte como los hermanos Hernández salvaron su vida, ya que acamparon en Cañada de Gómez, donde en la madrugada del 22 de noviembre de 1861 la división mitrista del general Venancio Flores masacró cuchillo en mano a todos los que se le pusieron enfrente.

Hernández fue ascendido, el 6 de diciembre, a sargento mayor, pero al tiempo de la unificación de Mitre, la República Argentina lo tuvo como destacado periodista.

En 1870 estuvo en el alzamiento del general Ricardo López Jordán (h), donde su federalismo se debatió entre la adhesión al primero y el dolor por el asesinato Urquiza, el último caudillo federal. Para Hernández, desde el periódico “El Río de La Plata”, quienes instigaron tal magnicidio fueron Bartolomé Mitre y el presidente Domingo F. Sarmiento.

Se jugó entero por la revolución jordanista, patriada última que siguió hasta el fin, con exilio brasileño incluido, donde dio forma a los versos de su inmortal “Martín Fierro”.

El fin de las disputas

Buenos Aires, en tanto, entra en disputa por su posible federalización, lo que, sumado a la gobernación de Carlos Tejedor, planteó un nuevo hecho de armas. La fracasada Revolución de 1874 en manos de Mitre será para Hernández el punto final de las disputas por facciones.

Su canto de cisne con el federalismo fue con la reedición, en 1875, de “La Vida del Chacho”, en honor al general riojano Vicente Peñaloza. En 1977 integró sin éxito la lista “mixta” del autonomismo, al año siguiente ingresará al partido Republicano, y recién en 1979 ingresó como diputado provincial por el partido Autonomista.

La crisis del ‘80 lo encontró con Roca, como portavoz del joven general tucumano, tanto en el espíritu de “La Vuelta de Martín Fierro”, como en la federalización de Buenos Aires. Enfrentado con su antiguo aliado Leandro Alem, será sostenedor del proyecto de federalización, y, con fuerte impronta de su hermano Rafael, el inspirador del nombre “La Plata”, para la recién creada capital bonaerense.

“Su figura humana, conmovedora a veces hasta el patetismo en su búsqueda obstinada y optimista de un modesto triunfo, - afirmó Tulio Halperin Donghi en “José Hernández y sus mundos” (1985) – no deja por eso de estar habitada por una misteriosa grandeza”.

Su adhesión al roquismo se explicitó como firmante del manifiesto de fundación del partido Autonomista Nacional (PAN), en su reconciliación con Mitre y Sarmiento, y con el consiguiente reforzamiento de sus vínculos con la Masonería, como reducto de lo más granado del patriciado local, en la logia “Obediencia a la Ley”.

En los años de “Paz y Administración” fue presidente de la Cruz Roja Argentina; en la Comisión Examinadora del ministerio de Educación; como Vocal Consejero Consultivo del Monte de Piedad; Vocal del Consejo General de Educación; y en el directorio del Banco Hipotecario. Sus estudios en la cuestión agropecuaria lo hicieron publicar en 1881 la “Instrucción del Estanciero”, aunque ya alejado del alegato social y más cercano al ideario agroexportador del patriciado.

“Su figura humana, conmovedora a veces hasta el patetismo en su búsqueda obstinada y optimista de un modesto triunfo, - afirmó Tulio Halperin Donghi en “José Hernández y sus mundos” (1985) – no deja por eso de estar habitada por una misteriosa grandeza”.

No descuidó, finalmente, su rol de legislador, al ser elegido diputado un par de oportunidades, y luego senador provincial en 1881, siendo reelegido en 1885, ejerciendo – el “Senador Fierro” - su mandato hasta su muerte, el 21 de octubre de 1886.