Texto breve pero contundente, de casi 80 páginas. Perdido en la vorágine de los últimos años del segundo gobierno de Perón, entre el fallecimiento de Evita y el golpe del ’55.

Nadie tiene una fecha precisa de cuando terminó de elaborarse. Uno presume que fue escrito entre fines de 1951 y los primeros meses de 1952, poco antes del fallecimiento de Eva. Tuvo tras de sí muchos hechos importantes, como el levantamiento del general Benjamín Menéndez y su "renunciamiento" histórico, los que, sumados a su enfermedad terminal, la lleva a ir mucho más al hueso contra las Fuerza Armadas, la Iglesia y algún sector del peronismo que traicionaría, con los años, a Juan Domingo Perón.

Parece escrito para estos tiempos “libertarios” de mega decretos de necesidad y urgencia: “El arma de los imperialismos es el hambre. Nosotros, los pueblos sabemos lo que es morir de hambre. El talón de Aquiles del imperialismo son sus intereses. Donde esos intereses del imperialismo se llamen "petróleo" basta, para vencerlos, con echar una piedra en cada pozo. Donde se llame cobre o estaño basta con que se rompan las máquinas que los extraen de la tierra o que se crucen de brazos los trabajadores explotados... ¡No pueden vencernos! Basta con que nos decidamos. Así quiso que fuese Perón entre nosotros y vencimos. Ya no podrán jamás arrebatarnos nuestra justicia, nuestra libertad y nuestra soberanía. Tendrían que matarnos uno por uno a todos los argentinos. Y eso ya no podrán hacerlo jamás”.

Militantes importantes como la ex diputada Ana Macri y la subdelegada censista Beba Gil, así como Antonio Cafiero, que hizo un libro sobre sus conversaciones póstumas con Eva, mencionan que ella les habló, e incluso que les leyó partes del texto que estaba escribiendo. Juan Jiménez Domínguez, entrevistado por el periodista Juan José Salinas, dijo que él lo tipeó. Esas serían las fuentes que dan fidelidad a que el texto lo hizo Eva.

Paradójicamente, las hermanas de Eva, Blanca y Erminda lo negaron, dijeron que las acompañaron en sus últimos días y que no les constaba que fuera de ella. De hecho, hubo un juicio, un peritaje judicial, donde hasta yo mismo les mostré a los representantes de la Justicia, muchos años atrás estando en el Museo Evita, textos originales de Eva Perón para ver su grafía, como su libreta cívica y el nombramiento de Atilio Renzi, que fue su mano derecha en la Fundación Eva Perón. 

El testamento político de Evita

Su autenticidad quedó judicialmente establecida y hoy nadie tiene ninguna duda de que es un libro de ella. El uno punto en tensión es el capítulo "Mi voluntad suprema", donde se incorporó su “testamento”. Allí se expresa qué desea que se haga con sus bienes, y posteriormente a 1955 la familia Duarte inició un juicio por sus pertenencias. Aunque no habría demasiado por discutir al respecto, ya que ella estaba casada con Perón y por lo tanto al morir, sus bienes los heredaba su esposo. Lo que hace más raro que exista tal testamento y que ella lo incorpore al texto de Mi Mensaje. Fue un tema que, presumo, excedió al propio presidente y a la familia Duarte, pensando que fue una “mano negra” que lo incorporó, con intenciones aviesas.

Igualmente, el juicio sucesorio se llevó adelante, entre Perón y las hermanas Duarte, fallando la Justicia a favor de las segundas.

¿Por qué no se editó en su época?

Puede ser que Perón no haya querido agitar las aguas, más con los militares que con la Iglesia. Aunque, si uno lo analiza, el texto es cien por ciento Eva Perón, más radicalizada en su planteo de defensa de Perón y de lucha contra la oligarquía. Yo diría que - si hacemos una comparación con los textos bíblicos- podemos decir que La razón de mi vida es el Evangelio según San Juan -quizá un poco almibarado, por la intervención del español Penella Da Silva - e "Historia del Peronismo", el texto del curso que dio en la Escuela Superior Peronista, su Hechos de los Apóstoles o las Cartas del San Pablo. Pero en el caso de Mi mensaje, sería como el evangelio según San Marcos: cortito y al pie, con la condena del Apocalipsis a los traidores a Perón y al Movimiento. Bien concreto: no tiene dobleces, aunque tuvo un problema que lo pudo haber hecho irritante para algunos sectores, y es que habla en contra de la Iglesia. Paradójicamente, durante el conflicto del peronismo con la jerarquía eclesiástica entre 1954 a 1955, jamás se esgrimió dicho texto para apoyar las posturas oficialistas.

En cuanto a los traidores, según Cafiero y otras voces de la época, ella se expresa contra algunos personajes de segunda línea, e, implícitamente, contra el vicepresidente Alberto Teisaire, el ministro de Asuntos Técnicos Raúl Mendé y el ministro de Educación Armando Méndez San Martín. El último caso a mí me parece raro, por el vínculo que ella, y la familia Duarte, tuvieron con Méndez San Martín. El caso de Teisaire y de Mendé es muy factible porque son dos figuras que se nominan como traidores históricos del peronismo: de hecho, después del golpe de Estado hicieron declaraciones en las Comisiones Investigadoras y dichas filmaciones contra Perón se pasaban en los cines, en el espacio de los noticieros, de la época.

El texto puede interpelarnos en estos tiempos neoliberales libertarios, convocando al pueblo que se siente movilizado por lo que se vino y lo peor que se vendrá, va más allá de lo que dice el texto. Son palabras que pueden servir para repensar nuestra fe política y nuestro destino nacional, en el marco del ciclo político neoliberal actual, que nos puede arrastrar a la disolución como país.

Es un texto al que, a fuerza de ser sinceros, dentro del peronismo no se le dio la importancia que se merece. No muchos historiadores han trabajado sobre el texto: Fermín Chávez, Joseph Page y no muchos más...

El texto puede interpelarnos en estos tiempos neoliberales libertarios, convocando al pueblo que se siente movilizado por lo que se vino y lo peor que se vendrá, va más allá de lo que dice el texto. Son palabras que pueden servir para repensar nuestra fe política y nuestro destino nacional, en el marco del ciclo político neoliberal actual, que nos puede arrastrar a la disolución como país. Es como cuando los gauchos compraban el Martín Fierro en las pulperías: lo debían tener. No es un libro de combate rural ni un manual de guerrilla urbana, sino un libro de una mujer que frente al final de su existencia salió a puntualizar su posición. El neoliberalismo, nuevamente, nos ha quitado la dignidad como Nación y este texto es como un faro. Eva expresó cómo se sentía, que no le quedaba tiempo, por eso advirtió al pueblo, a quiénes le habla, quiénes son sus amigos, en especial Perón, y, quiénes sus enemigos. 

Es un texto muy íntimo, pero es un texto político, vital para estos tiempos que corren.