Ídolo surgido en Corrientes y expandido en todo el país, es una de las devociones populares de más arraigo en estas décadas. Se supone que nació en Pay Ubre, cerca de Mercedes, provincia de Corrientes, hacia 1840, y fue asesinado el 8 de enero de 1878, en una zona cercana de la citada Mercedes.

Félix Coluccio, en Cultos y canonizaciones populares de Argentina (1994), señaló: 

“El gaucho Antonio Mamerto Gil Nuñez, o Antonio Gil, o Curuzú Gil, a mediados del siglo pasado había organizado en los alrededores de Mercedes, Corrientes, una banda cuya imagen más favorable era la de que despojaba de bienes a los ricos para repartir lo obtenido entre los pobres.

Tenía por esta razón gran predicamento entre la gente del pueblo, que lo ayuda en cualquier trance… Sin embargo, sorprendido por una partida policial pudo ser detenido. Dos días después lo colgaron boca abajo de un algarrobo y lo degollaron. Manos piadosas le dieron sepultura y colocaron una cruz en su tumba, con lo cual pasó a convertirse en lugar de culto”.

Agregó el autor, a nivel personal, que “cuando no hace mucho visitamos el lugar, venían llegando muchísimos jinetes, que llevaban para dejar en recuerdo y cumplimiento de promesas, banderas y estandartes rojos (dicen que era federal). No faltan desde luego placas recordatorias, ni las flores rojas (naturales o de papel), testimonio de afecto y gratitud por favores recibidos.”

Habitualmente relacionado con el culto de San La Muerte, la devoción del “Gauchito Gil” tuvo su expansión en los años ’90 del siglo pasado hasta nuestros días. 

El gauchito Gil o Curuzú Gil

Empujado por la crisis social

A modo de ejemplo en la primera edición del texto citado de Félix Coluccio, que fue en 1986, y en su actualización de 1996, la figura del gaucho correntino no era tan importante en comparación con la Difunta Correa, la Telesita y el citado San La Muerte. La situación de deterioro social de fines del siglo XX y la crisis del 2001 en Argentina potenciaron el arraigo de su figura en todo nuestro territorio y en países limítrofes. 

A título personal, observé, años atrás, en las ciudades de Villazón y Tarija, Bolivia, como en la ciudad de Encarnación, Paraguay, imágenes del Gauchito Gil, aunque no pude determinar si el culto impregnó a sectores locales o si fueron argentinos que, siendo residentes o estando de paso, expresaron su devoción por el gaucho correntino.   

Para futuras investigaciones, sugiero, se debería analizar las formas de abordaje de la historia del Gauchito Gil, durante su origen y desarrollo en el Corrientes del Siglo XIX, hasta su actual culto sincrético y devoción popular, tomando específicamente los aspectos distintivos de una visión nacional, popular y federalista.

Teniendo en cuenta la perspectiva de Felix Collucio, en el trabajo citado y en otras de sus obras, sobre el papel de los mitos populares y devociones sincréticas, se le deberían sumar los estudios sobre los conflictos entre unitarios y federales posteriores a Caseros y Pavón de José María Rosa y Fermín Chávez, entre otros, en comunión con la historia política de la provincia de Corrientes con sus luchas entre autonomistas y liberales – como, a modo de ejemplo, en Crónicas Sangrientas de Gauchillos Correntinos. De 1870 a 1930 de Andrés Salas y Enrique Piñeyro -. Y, de paso, ver también la cuestión del culto a los bandoleros rurales de estudiaron, entre otros Hugo Chumbita y Eric Hobsbawm, para enriquecer los estudios modernos del impacto antropológico, entre creencia e identidad, del culto del Gauchito Gil, enmarcándolo legítimamente en las tradiciones de nuestro país. 

*Politólogo