En la Argentina nada es lo que parece. Esta es una verdad que puede argumentarse en cualquier tiempo y con cualquier signo o régimen político en gestión. El gobierno actual no es la excepción: la casta de Milei terminaron siendo jubilados, empleados públicos, enfermos de cáncer, el sistema de salud, los habitantes de las provincias, los usuarios de transporte público, las clases medias y todo aquel que se oponga al plan de saqueo que pretende implementar la administración nacional. 

El reciente fracaso de la Ley ómnibus le exigió un nuevo ejercicio de falseamiento de la realidad, al argumentar que el proyecto había sido enviado para su rechazo, para así dejar en claro quiénes componían la casta y cómo actuaban para defender sus privilegios, mientras que el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, seguía haciendo concesiones ruinosas para el país a la decena de empresarios amigos, tanto locales como extranjeros.  

La magnitud del despropósito en que se ha convertido la Argentina llevó al editor de la Sección Política de Clarín, Ricardo Kirschbaum, a titular en su editorial del pasado fin de semana: “Milei simula una victoria, pero cede ante Macri. La derrota le impone reglas”. Y puntualiza que “la explicación que más se escucha es que se maneja con otros parámetros, podría decirse, que la razón no entiende, transformando la política en un acto de fe”.

Pero la política y la fe, salvo en las sociedades milenaristas, caminan por senderos separados, tal como lo explicó Maquiavelo en el Siglo XV. En el análisis de Kirschbaum se señalan otras dos premisas: la primera, que “Milei tiene que ofrecer en un plazo no demasiado largo una baja perceptible de la inflación”; la segunda, que “Hasta ahora ha hecho dos cosas importantes: controlar la emisión y controlar la calle”.

La primera de ellas es una verdad incuestionable: si el gobierno no consigue controlar la inflación en un brevísimo plazo, para así demostrar que la miseria y la degradación que distribuye generosamente sobre el 90% de los argentinos tiene algún sentido, está liquidado. La gran pregunta es cómo podría conseguirlo, con el impacto que tendrá el terrible ajuste impuesto sobre la educación privada, la compra de insumos escolares y los transportes sobre buena parte de los hogares argentinos. Y a ello habría que sumarle los irracionales ajustes tarifarios, en prepagas, combustibles, más la lógica propia de los permanentes aumentos en alimentos y consumos básicos, sin ninguna clase de incremento en los salarios públicos y las jubilaciones, y mínimas recomposiciones en las asignaciones y planes sociales.

Hasta cuándo podrán controlar el profundo malestar social y cuál será el momento en el que ese malestar se traduzca en acciones focalizadas por afuera de toda contención política o sindical es todavía un interrogante. 

Hasta ahora, la “casta” que pagó el ajuste está compuesta por los jubilados y pensionados, que perdieron un 32,5%: las asignaciones familiares, con una caída del 17,7%; las universidades, con un saldo negativo de 16,5%; las provincias, un 53,3%; los programas sociales, un 59,6%; y los trabajadores públicos, con un 18% de caída. La realidad tiene razones que la fe de Milei no comprende…

La segunda premisa de Kirschbaum, resulta mucho más cuestionable. El control de la calle se ha conseguido parcialmente por dos razones: la aplicación de un “Protocolo” inconstitucional y repudiado por los organismos internacionales y hasta por la justicia local, y la contención que la dirigencia peronista ha ejercido sobre sus bases, para evitar el colapso final de un gobierno a apenas unos días de su asunción. 

Hasta cuándo podrán controlar el profundo malestar social y cuál será el momento en el que ese malestar se traduzca en acciones focalizadas por afuera de toda contención política o sindical es todavía un interrogante. 

El reloj de arena

En cuanto al control de la emisión resulta bastante cuestionable, ya que si bien ha disminuido considerablemente la impresión de billetes, con el objetivo de “secar la plaza” y provocar así una descabellada recesión para tratar de limitar la escalada inflacionaria ante la falta de pesos físicos, el gobierno ha emitido informalmente alrededor de 15 mil billones de pesos para pagar pases a los bancos y afrontar deuda pública y privada. Hasta ahora, ni se consiguió contener la inflación ni tampoco disminuir el nivel de emisión real, sino precisamente todo lo contrario.

En este contexto es que a Milei se le está vaciando el reloj de arena. Necesita urgentemente incrementar su musculatura política. Pero para integrarse al gobierno, Mauricio Macri le está pidiendo prácticamente todas las cabezas principales de su gestión, a excepción de su hermana Karina, quien fue presentada oficialmente como su esposa por la señal del Vaticano. 

El expresidente, en tanto, desespera por tomar el control de un gobierno pero no por patriotismo, sino porque lo están dejando afuera de casi todos los negocios y chanchullos con los grandes jugadores privados. 

Para sumarse al gobierno ha exigido todas las cajas del Estado, la Jefatura de Gabinete, el Ministerio del Interior, Energía e YPF. Esta última ha sido concedida a Techint, por lo que no habría posibilidad de satisfacerlo. Posse, Santiago Caputo y Francos “están firmes como rulo de estatua”, declamó el presidente. Y tampoco cedería a Martín Menem, aunque es el más débil y podría derivárselo a la conducción de la ANSES. 

Milei no tiene otro objetivo que la alianza parlamentaria. Macri, por su parte, no puede evitar identificarse con el presidente, porque ya su electorado tradicional se ha ido detrás del pretendido cruzado “anti-casta”.

De este modo, Milei no quiere que Macri se incorpore al gobierno, pero sí le interesa una alianza parlamentaria, aunque su eficacia sería relativa, ya que apenas alcanzarían entre ambos alrededor de 80 escaños. Adicionalmente los otros tres integrantes de su mesa chica –Karina, Santiago Caputo y Posse- pretenden equilibrar el acercamiento del PRO construyendo una “pata peronista no cristinista” que lo equilibre. Allí es clave Francos y también permite entender la incorporación de Daniel Scioli al gabinete.   

El plan Macri

Tampoco Macri las tiene todas consigo, ya que está jaqueado en la interna del PRO por una Patricia Bullrich que quiere al partido dentro del gobierno, pero con el expresidente afuera. ¿Le conviene integrarse al gobierno, o limitarse a una alianza parlamentaria? 

El gobierno se está desmoronando rápidamente, no tiene capacidad de gestión y se ha puesto a todas las provincias en contra. Si colapsa lo arrastraría. Si tiene demasiado protagonismo la comparación con Alberto Fernández y Sergio Massa sería inevitable: pero Alberto resistió 2 años y medio antes de caducar, y Milei lo haría a sólo dos meses de asumir. 

Que el gobierno quede en manos de quien fue derrotado en las elecciones de 2019, mide pésimamente en la sociedad, y cuya coalición salió tercera en las elecciones presidenciales, no lo rodearía de los mejores augurios. Si a esto le sumamos la catástrofe que causó durante su gestión en los ingresos de los trabajadores y las clases populares, y su natural disposición a hacer negocios en beneficio propio, perjudicando a sus competidores, la ecuación resulta decididamente negativa. 

Milei no tiene otro objetivo que la alianza parlamentaria. Macri, por su parte, no puede evitar identificarse con el presidente, porque ya su electorado tradicional se ha ido detrás del pretendido cruzado “anti-casta”.

A partir de este análisis, parece quedar en claro que una eventual incorporación del PRO a la gestión implicaría una solución definitiva, o simplemente sería un nuevo movimiento del clásico “lo atamo con alambre” tan característico de la Argentina. 

Los legisladores nacionales del PRO no le garantizan mayorías en las cámaras al gobierno –tal como quedó en claro con la Ley ómnibus-, y, por el contrario, fortalecería las condiciones para la construcción de una gigantesca alianza democrática opositora, con el control de casi todas las provincias y mayorías legislativas efectivas.

Más allá de lo que pretenda el gobierno, su insistencia en gobernar sin el Parlamento y llevándose puestas a la Constitución y a las leyes vigentes incrementa el rosqueo sobre su eventual reemplazo a través de una Asamblea Legislativa, previa caída del mega DNU. Allí los candidatos que suenan más fuerte no son Macri ni ningún referente de UxP, sino el santiagueño Gerardo Zamora y, sobre todo, el eterno Miguel Pichetto. 

Ya el presidente retornó de su costosa luna de miel y debe afrontar el baño de realidad de una sociedad a la que, lejos de rescatar, ha hundido en la síntesis de anarquía y miseria más terrible de toda nuestra historia. 

La dolarización es la última carta a la que parece encomendar su destino el presidente argentino, para provocar impacto y tratar de eliminar la inflación, aunque con un costo social incalculable. 

El editor de la revista Forbes publicó una carta abierta para Milei en la que afirma que “si no dolariza la economía de inmediato, no tendrá éxito”. Y agrega que “los detractores están equivocados. Su gobierno ya tiene a mano suficientes dólares para hacerlo ahora.”

Esa es la última carta a la que parece encomendar su destino el presidente argentino, para provocar impacto y tratar de eliminar la inflación, aunque con un costo social incalculable. 

Cristina cree que no dudará en jugarla y no es una cuestión para pasar por alto, ya que el estilo político de Milei es muy similar al suyo, aunque sus programas difieran, y así lo reconoce la expresidenta. ¿Las instituciones democráticas permitirán que juegue el futuro de la Nación a la suerte de una moneda lanzada al aire?